“Nos amenazaron con envenenar el agua si no salíamos de Tila”: refugiados en Yajalón

En octubre del año pasado, una amenaza caló en la mayoría de pobladores: “Los Autónomos” amagaron con envenenar el agua; así aguantaron siete meses hasta que no pudieron más y tuvieron que huir

Fotografía y texto: Christian González / La Silla Rota

Tuxtla Gutiérrez (Ch24/7). Rómulo es transportista de oficio en su natal Tila, pero desde hace unos 9 años su familia comenzó a palpar el terror provocado por el grupo de ejidatarios conocidos como “Los Autónomos”, cuyos métodos de hostigamiento iban en ascenso.

Pese a que, de forma intermitente, la violencia se presentaba en la cabecera municipal, las familias se resistían a dejar sus casas y negocios. Pero en octubre del año pasado, una amenaza caló en la mayoría de pobladores: Los Autónomos amagaron con envenenar el agua para que se muriera la gente y ellos se quedaran con sus propiedades. Así aguantaron siete meses hasta que no pudieron más y tuvieron que huir de Tila rumbo a Yajalón.

Según Rómulo, quien desde el viernes permanece junto a su familia en el albergue instalado en el Centro de Desarrollo Comunitario de Yajalón, localidad ubicada como a una hora de Tila, muchas familias huyeron, pues temían que esa amenaza se cumpliera.

En la ciudad yajalonteca, gobernada por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), han llegado alrededor de cuatro mil desplazados, de todas las edades, incluidos infantes y bebés. La mayoría está refugiada en una cancha de futbol rápido techada, casi en la entrada del municipio.

Desplazados en Yajalón. Foto: Christian González

Otra parte, es decir cerca de cuatro mil personas más, fueron llevadas, por personal castrense y de la Guardia Nacional, a dos albergues instalados en Petalcingo y El Limar, en Tila y otra parte permanece en la iglesia del municipio de Sabanilla.

Esta cifra rebasa casi el doble a la que publicó la Fiscalía General del Estado (FGE) el sábado, misma que también reveló que sólo hubo dos muertos, uno de ellos menor de edad.

“¿¡Dos muertos!?”, cuestiona Miguel, maestro que también tuvo que dejar Tila antes de ser asesinado. “Es una burla, hay más, tenemos nombres. Además, nadie habla de las mujeres y niñas violadas.

David, otro de los desplazados, recuerda que todo empezó con un problema agrario en 1986, pero desde hace 6 años decidió dejar al grupo de los ejidatarios Los Autónomos al ver que el motivo de la lucha se distorsionó, pues la batuta la tomaron los más jóvenes quienes, advierte, se han dedicado a agredir y a saquear, “no trabajan, por eso actúan así”.

En el refugio temporal. Foto: Christian González

PERIFONEO DE LA MUERTE. Rosalinda, de 14 años, cuyo verdadero nombre fue cambiado por seguridad, advierte que, días antes de que empezaran a quemar casas, carros y a matar y violaron personas, Los Autónomos, en su lengua originaria, el ch’ol, utilizaron bocinas para “invitar” a niños y adolescentes a que se unieran a la lucha y que, además, llevaran armas de fuego.

“Primero pidieron que llegaran puros jóvenes, pero de ahí dijeron que niños y niñas de 15 (años) llegaran a la Casa Ejidal con su ‘tizón’ (escopeta), y que también llevaran a las mujeres, para que las pusieran en primera fila para que el Ejército no les dispararan; así se fueron los militares”, destacó.

Según otro desplazado, el personal castrense prácticamente huyó de Tila, e incluso dejó tirados cascos, trajes y hasta armas”, lo que fue “confiscado” por Los Autónomos, quienes preparaban el escenario para que corriera sangre.

A María, maestra jubilada que, junto a su familia (hijas, nietas y nietos) se refugia en la cancha de futbol de Yajalón, se le hace un nudo en la garganta, pero también externa su coraje e impotencia, pues de milagro, confiesa, salieron vivos el pasado martes, en lo que parecía una “carnicería” ejecutada por los ejidatarios o sicarios, como ella los nombra.

Su domicilio, cuenta, fue atacado el pasado miércoles, pero por fortuna su esposo, hija, nuera y cuatro sobrinos, lograron escapar. De lo contrario, asevera, los hubieran asesinado a balazos o calcinado.

OMISIÓN TRAS OMISIÓN. Estela, su hija, lamenta que los tres órdenes de gobierno hayan sido omisos durante todo este tiempo. Pero culpa, de forma directa, al alcalde Limber Gregorio Gutiérrez, a quien señala de cacique y, además, de comprarle las armas a los ejidatarios.

“Ese señor lleva 21 años en el poder, es un cacique. Ahorita quedó como presidente (de Tila) uno de sus allegados”, subraya la entrevistada, quien apunta que, ese miércoles, Los Autónomos iban en contra de ellos.

Lo que no entienden, dice, es por qué los quieren sacar de su propiedad, si ellos pertenecen a Tila y cuentan con los documentos legales que avalan lo que dicen. “Nuestra casa la destrozaron, acabaron con todo”, afirma. Si no los encontraron y asesinaron, confiesa, es porque “unos ángeles” los protegieron.

De nueva cuenta, María revela que aún hay gente que se niega a salir de sus casas en Tila, donde aún hay presencia policiaco-militar. “Les dije a mis nietos que, si ellos nos encontraban, que ellos se pararan y nosotros nos hincábamos, y que fuera lo que Dios quiera, ‘que entregamos nuestras almas, pero nos vamos con Dios’, así les dije. En el nombre del Padre”.

Pascual, otro damnificado por la violencia, dice que el martes a la medianoche la situación se puso tensa, “escuchamos que (Los Autónomos) tocaron a la puerta de un vecino que vende gasolina, y le exigieron que se la dieran”. Luego, recuerda, ellos se dirigieron a su casa, cuya puerta fue tumbada.

Como reacción, rememora, su familia y él corrieron hacia el monte, “teníamos mujeres, y niños de 8 años, y un bebé de 8 meses. ¿Qué necesidad teníamos de sacarlos al monte para escondernos?”, se cuestiona.

Pascual advierte que, además de robarles todas sus pertenencias, les destrozaron toda su vivienda. Por fortuna, dice, al parecer ellos no eran las víctimas potenciales.

“Creo que se dieron cuenta que mi casa, no era donde querían entrar. Cuando regresamos, una vez que estaba la Guardia Nacional, vimos nuestras fotos tiradas en el piso, creemos que ahí se dieron cuenta que no éramos nosotros”.

La desesperación creció, dice, porque no solo su familia, sino cientos más, se empezaban a quedar sin alimento ni agua. “Fue terrible, porque escuchamos los gritos de los vecinos. Violaron niñas, no

INCERTIDUMBRE. En los albergues de Yajalón, el apoyo llega de todos lados: de la iglesia, la sociedad y del Ayuntamiento, a través del Sistema para el Desarrollo Integral para la Familia (DIF).

Lorena, quien salió de Tila el viernes en uno de los camiones del Ejército, reconoce el “buen corazón” de la ciudadanía, pero está convencida de que, ese apoyo, se acabará pronto, “nos pueden ayudar una, dos semanas, pero de ahí, como dice el refrán: ‘el muerto y el arrimado…'”

La incertidumbre aumenta en los refugios de Yajalón, pues este domingo, los desplazados detectaron la presencia de Los Autónomos, quienes al parecer se intentaban filtrar entre ellos. Sin embargo, refieren unos testigos, la gente y el mismo Ejército los retiró de ahí.

En la iglesia de Santiago Apóstol, el santo patrono de los yajalontecos, también se han solidarizado, y por ello le brindan alojamiento a casi 50 personas.

Tras advertir que nunca se imaginó que la violencia se exacerbaría, Roberto de Jesús Suárez Molina, cura de esa parroquia, apuntó que, sin duda, las cifras oficiales distan mucho de la realidad.

Para él, dice, transcurrió mucho tiempo para que la autoridad reaccionara, “es una de las preguntas que nos hacemos, ¿por qué el gobierno ha permitido todas estas anomalías? Esto era un problema entre pobladores y ejidatarios, y aunque desconozco su pleito, lo que se puede ver ahora son grupos armados, delictivos, sicarios… Queman casas, carros y se habla de violaciones de mujeres”.

Incluso, advierte que el número de fallecidos es mayor al reportado por la Fiscalía. Pidió que el Estado ponga de su parte, y que funcionen las mesas de diálogo entre las partes involucradas.

Lo que desean los miles de desplazados, es retornar a su poblado pero que les garanticen su seguridad para siempre.

“Tenemos que empezar de nuevo, yo tenía una tiendita donde también vendía bisutería, pero todo me lo acabaron”, dice otra mujer, quien advierte que sólo pudo sacar una pequeña bolsa. “Ni documentos pude rescatar”.

Asevera que Tila está destinado a vivir más violencia, porque “puro chamaco está armado”.

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